Natureduca - Portal educativo de ciencia y cultura |
Energías
ENERGÍA NUCLEAR
Historia de la energía nuclear - 3ª parte
mediados del siglo XX se comenzaba a confiar en la energía nuclear como la fuente que traería consigo el fin de todos los problemas inherentes a la escasez de combustibles fósiles. La notable rentabilidad de la fisión nuclear traería consigo el abaratamiento de la energía eléctrica, y crearía expectativas de un futuro prometedor para el sector industrial, al no depender de recursos energéticos inestables o escasos.
En un principio, los grupos más preocupados por la conservación de los recursos naturales, que estaban siendo extraídos desenfrenadamente, sobre todo mediante minas de carbón a cielo abierto, veían en la energía nuclear el sustituto que permitiría la recuperación de la atmósfera, muy contaminada en aquellos momentos por los excesos en la utilización de los combustibles fósiles.
Aquella creencia de que el ser humano se encontraba ante una energía poderosa, demostrada sobradamente en el terreno militar, pasó de un estado de euforia inicial en la opinión pública, a las sospechas y reservas conforme se iban conociendo los riesgos que presentaban las centrales nucleares para los organismos vivos, no sólo en lo que respecta a la radiactividad presente en el proceso, sino también en los peligrosos residuos generados, y las complicaciones para su eliminación. Además, las temidas armas nucleares utilizaban el mismo tipo de materiales radiactivos (uranio 235 y plutonio 239); aquí, el riesgo de que los productos radiactivos se dispersen por la atmósfera, penetren en la tierra y contaminen acuíferos, o entren en las cadenas alimentarias, son evidentes; riesgo mucho menor en las centrales nucleares, que cuentan con grandes medidas de seguridad para evitar escapes radiactivos.
Los movimientos en contra de la energía nuclear han ido en constante aumento. Esa oposición organizada, cada vez con más apoyo social, ha llevado a muchos países con dependencia de este tipo de energía a establecer legislaciones específicas, o incluso a crear moratorias con vistas a eliminar la energía nuclear de sus programas.
La sociedad se encuentra especialmente sensibilizada con el tema de la energía nuclear. Un accidente en una de estas instalaciones es asumida inmediatamente como un asunto de primer orden ecológico y sanitario. A lo largo de la historia de esta energía han existido más o menos siniestros con mayor o menor fortuna, aunque dos de ellos han tenido especiales consecuencias. Se trata de los accidentes de la central de Three Mile Island (Pennsylvania) en 1979, y de la central ucraniana de Chernobyl (antigua Unión Soviética) en 1986. En la primera, por efecto de un error humano, se liberaron productos radiactivos del núcleo del reactor, aunque sólo una parte de ellos salieron al exterior; sin embargo, los daños materiales fueron cuantiosos. Este accidente fue el punto de partida para el establecimiento en todo los Estados Unidos de un buen número de normas y legislaciones, tendentes a la seguridad de funcionamiento y construcción de centrales nucleares. Las estrictas exigencias de estas normas en lo que se refiere a los costes de su puesta en práctica, llevaron incluso a varias compañías a abandonar sus proyectos.
El otro accidente, esta vez de graves consecuencias y que significó el inicio de una nueva etapa en la historia de la contaminación, la del "riesgo tecnológico a escala mundial", tuvo lugar el 28 de abril de 1986 en Chernobyl (Ucrania ). La noticia saltó a los medios de información a partir de una advertencia procedente de Suecia, según la cual se registraba un fuerte aumento de la radiactividad ambiental que debía atribuirse, dada la situación meteorológica reinante, a un posible accidente en la central nuclear soviética de Chernobyl, a 1500 km. de distancia. La noticia fue confirmada por las autoridades soviéticas y la opinión mundial se enteró, con sobresalto, que tres días antes se había producido el peor accidente nuclear de la historia, en la citada central, que se encontraba a 120 km. al norte de la capital de Ucrania, Kiev, ciudad con una población de dos millones y medio de habitantes.
Como resultado de una serie de actividades humanas que no seguían las normas autorizadas, uno de los cuatro reactores de la central explotó y comenzó a arder. Se alcanzaron temperaturas de 1.500º C., y se generó una nube radiactiva que llegó a soltar su temida carga en los países nórdicos, que fueron los primeros en dar la voz de alarma.
Meses después, tras las contradicciones iniciales sobre el alcance real del accidente, se reconocieron 31 víctimas mortales y se emitieron informes que preveían hasta el año 2050 unos 5000 casos de cáncer, todos ellos directamente provocados por el accidente.
El accidente de Chernobyl demostró de manera incuestionable que la teoría del "riesgo mayor" (conocida en Gran Bretaña con la denominación major hazrds, para indicar aquellos riesgos tecnológicos susceptibles de afectar más allá de los límites de las instalaciones industriales) tomaba, en la década de 1980, una dimensión internacional que sobrepasaba el marco político de las fronteras de cualquier estado soberano.